jueves, 10 de octubre de 2013

Goran Bregovic desde el caldero




“Mi música es diversa porque es natural y humana. No es natural para un hombre caminar en una sola dirección”
Goran Bregovic

Bregovic dice que sus discos huelen a cocina gitana, eso me remite al fogón alrededor del cual la familia se reúne y humaniza, donde se canta mientras se rebana y desde donde se percibe el sonido de los metales desafinados, o para no ser “orquestacentrista”, afinados según otros criterios culturales, bastante afines, por cierto, a los de las bandas de viento mexicanas.

Para ilustrar la diversidad de su producción pongamos sobre la mesa Kalasnjikov, emblemática canción de la película Underground; Lullaby, compuesta para La Reina Margot; la serie Tales I a VI que vienen en el álbum Tales and Songs from Weddings and Funerals y Karmen (Con un final feliz) que es su propia versión de la ópera Carmen de Georges Bizet. Al escuchar esta selección encontraremos diferentes influencias culturales, desde luego la romaní y el rock, pero también música árabe, popular occidental, tango, clásica y ópera. En algunos casos fusionada y en otros dispuesta de forma más pura.

Su proceso creativo –descrito en reciente entrevista- es libre, ronda por la belleza del rock and roll o cualquier melodía que emane de su mente y permite que vaya por el camino que le parezca más natural.  Un día compone algo muy simple y después lo lleva hacia algo más complejo, después le da un giro completamente infantil y finalmente busca que sea congruente con la imagen de sí mismo.

Apuesto que esta forma lúdica de construcción, arraigada en la música más cercana al hogar y no en criterios arbitrarios de técnica de conservatorio –a donde sí asistió durante su juventud- es la responsable de que sus obras nos parezcan tan sensuales, familiares, y que muchas de ellas nos produzcan una irrefrenable necesidad de brincar por la naturalidad rítmica con la que transcurren.

No debemos pensar en Goran Bregovic únicamente como el autor de esa divertida fusión de música de los Balcanes y rock. Es un hombre complejo, capaz de componer, interpretar y actuar. Heredero de una cultura enriquecida por la mezcla de las religiones católica, ortodoxa, musulmana y judía; así como de personas del centro de Europa, húngaros, gitanos, árabes, judíos, croatas, serbios y bosnios que viven en Sarajevo, su ciudad natal.

La riqueza rítmica, tímbrica y melódica de su música es resultado de la asimilación de esas vertientes culturales y de su buena disposición para cocinarnos música nueva con sabor a garbanzo y azafrán.

[Versión original de la publicada en la Revista Cultural Alternativas del mes de Octubre de 2013]




















sábado, 5 de octubre de 2013

Reseña del concierto de Lila Downs y La Misteriosa, 4 de Octubre en León, Guanajuato


Lila Downs, anfitriona.

  
Ayer 4 de Octubre en el Domo de la Feria de León Lila Downs nos ofreció un banquete, como buena oaxaqueña comenzó con un Mezcalito y ese vozarrón que nos invitó a brindar con el pensamiento y una gotita lluvia de calor.  Después de honrar a Marco Antonio Solís, pa´ abrir boca trajo a la mesa Los Pollos con arroz;  luego animó a la concurrencia interpretando La Bamba y Nayla. Una selección de botanita de La Cantina fue nutriendo nuestro placer: La cama de piedra, Pa´ todo el año, Tu recuerdo y yo; cuando llegó a Fallaste Corazón ni siquiera el público cantando “maldiiiiiito corazón” a todo pulmón pudo opacar su voz.

El primer tiempo fue un bufet de fusiones interesantes y bien logradas por La Misteriosa, su banda acompañante: jazz con canción tradicional zapoteca en La Martiniana;  el son y la música electrónica en La Madrugada; de José Alfredo Jiménez no podía faltar: Vámonos, en donde una trompeta jazzera se dio un encontronazo con un acordeón norteño;  además, una curiosa mezcla de vallenato y norteña,  de santito y líder revolucionario con Zapata se queda.

Haciendo una pausa antes del siguiente tiempo, Lila  cantó Cucurrucucú Paloma, batiendo su rebozo emplumado con la alegría de una niña que juega a ser ave. Luego, para que nos quedara clara la autoría del plato fuerte, salió a cantar la Cumbia del Mole con todo y delantal floreado, en lugar de chuparnos los dedos, bailamos.

Al final de los guateques lo que más pesa es la cruz, será  por eso que nos cantó Cruz de olvido con ánimo de que nos aplacáramos. De postre sirvió Xochipitzahua y unas gorditas de oro tierno de maíz con Palomo del comalito.

A pesar de que nuestra anfitriona dejó claro que ya había cerrado la cocina, la hicimos salir un par de veces y generosamente nos cantó Un poco más de Álvaro Carrillo; el Corrido de Tacha la Teibolera; y terminó el festín guitarra en mano entonando  Paloma negra,  dejándonos sin aliento al tratar de seguirla en la parraaaaaaaaaaanda.