jueves, 28 de febrero de 2019

Haiku de los azahares

Lleno de dicha
el naranjo florece
ama en azahares

Ojalá que nos encandile



Vivimos inconscientes, pensando que son nuestras decisiones las que nos mueven, nuestras razones las que nos conducen. Somos ciegos, ingenuos que rara vez alcanzamos a percibir las fuerzas que nos llevan a amar o a destruir. Pensamos que tenemos los pies puestos firmemente sobre la tierra cuando vivimos suspendidos en medio del cosmos, en una tierra que gira sobre sí misma y alrededor de un sol. No sospechamos cuanto amor de tantos siglos se vierte sobre nuestro ser, ni a cuanto odio sobrevivimos al llegar la noche. Pensamos que amamos a los demás, cuando es el amor el que se apodera de nosotros para verterse en todo. Justificamos una maldad, a la que permitimos instalarse en nuestra mente, como resultado de los agravios y frustraciones que nos presenta la vida. Nos suponemos dueños de nuestros actos ¡ojalá llegáramos a serlo! pero para ello tendríamos que tener una consciencia que excede eso que la ciencia estructura, la religión dogmatiza, el arte evoca y la ley impone. La única luz que puede hacernos un poco menos cándidos es el amor  ¡ojalá que nos encandile!

lunes, 1 de agosto de 2016

Música y Erotismo

El erotismo no se circunscribe a una coreografía de gestos sexuales ni se limita al encuentro entre dos humanos. Es la disposición a ser algo más que uno mismo y a permitir que “lo otro” sea un “nosotros”. Nos sitúa en el deseo de  entregarnos y alcanzar así la completitud. Erótico es el estado en el que florece una planta y una persona logra conectarse con la vida sin prisa, sin miedo, pudiendo observar cómo se posa la luz sobre las cosas, sintiendo la caricia de una ráfaga o fascinándose en el tránsito de la nube. El estado erótico es un logro de la integración de nuestro cuerpo, mente y espíritu, por eso es el estado ideal para la creatividad.

Componer, interpretar y escuchar música son actos eróticos de naturaleza simultáneamente espiritual, intelectual y acústica. Al crear, el compositor experimenta con el sonido, juguetonamente prueba cómo reacciona al situarlo aquí o allá, al intensificarlo o hacerlo más sutil, al retardarlo o acelerarlo. El sonido le revela caminos que lo llevarán a completar una obra cuando la  considere acabada con entera satisfacción. El proceso creativo es –por lo general— la búsqueda del placer, del logro de vaciarse en el sonido y reconocerse en él al escuchar la propia creación.

El intérprete, por otro lado, tiene la labor de desentrañar, de hurgar en el íntimo sentido de una partitura para darle vida y sacar lo mejor de ella. Tiene que conocerla profundamente para lograr revelar el espíritu musical que le imprimió el creador. Por ello, entre  mayor comprensión intelectual y habilidad técnica tenga el ejecutante, mayor esplendor alcanzará su interpretación. Su trabajo puede ser vivido como una especie de enamoramiento, una obsesión por saber todo de ese discurso sonoro, y buscar y rebuscar en él hasta encontrarse a sí mismo, de tal manera que al ejecutar pone en concordancia dos esencias: la de la obra y la del intérprete.

A diferencia de las dos actividades anteriores, para escuchar no se necesita ningún conocimiento previo ni habilidad física desarrollada. La única condición es la de prestar atención y permitir que la sensibilidad florezca. Dejarse  seducir por Eros –como la princesa anatolia Psique– y permitir que el sonido entre en nosotros, anide en cada célula, excite la memoria y brote vida. Cada pieza tiene el poder de sincronizarnos con aquello que evoca, “nos rapta”, por eso es tan importante elegir qué vamos a escuchar y escucharlo también con la piel y las entrañas, con la mente compartida, con el alma. Solo así se logra esta peculiar plenitud, en la que música nos lleva a sentir, quizá nos haga recordar, que somos algo más que un “yo”, somos un “nosotros” vibrante.





[Versión original del artículo publicado por Liz Espinosa Terán en la Revista Cultural  Alternativas en Agosto de 2016]

viernes, 1 de julio de 2016

Libertad y cultura musical



Había una vez un hombre inmensamente rico
que vivió y murió con hambre y frío
porque su inconsciencia era aún más grande que su fortuna.


La cultura es el conjunto de respuestas que da una comunidad a las preguntas de la vida, desde ¿cómo me voy a alimentar? hasta ¿qué voy a hacer ante la muerte? De la cornucopia cultural mi fruto favorito es la música, en ella descubro varias de esas respuestas que me hago continuamente.

Muchas personas confunden las piezas musicales con un perrito faldero, creen que sirve para hacerles compañía y alegrarlos, pero francamente no creen que “Firulais” pueda responderles algo sensato a la hora de resolver una cuestión sentimental o intelectual. Viven como aquel pobre hombre rico.

Por lo general, no se encuentran esas respuestas en el arte sonoro porque no nos enseñan que podemos buscarlas allí. Lo que nos  imposibilita para cuestionarlo no es la ignorancia del solfeo, sino la inconsciencia sobre el poder de simbolizar y comunicar de la música. Música en el sentido más amplio de la palabra: a todo genero, estilo, de cualquier época o país.

Cada ejemplo musical es la manifestación sonora de la historia de un hombre que está inmerso en una sociedad y de lo que en ese momento piensa de la economía, de cómo debe ser ejercido el poder, de si cree en un Dios y cómo sería él, de lo que considera ético, lo que cree indispensable o superfluo, y lo que encuentra placentero o le parece bello. Cada pieza nos remite, si escuchamos con atención, a la pregunta que un ser humano le hizo algún día a la vida.

Desde esta perspectiva, la gran cantidad de obras ya creadas representa una gran variedad respuestas. Entre más diversas sean las fuentes de la música que escuchemos, más interesantes serán las respuestas que podamos encontrar. Si nos limitamos a escuchar lo que los medios masivos nos ponen enfrente, entonces únicamente obtendremos una visión de la vida circunscrita a los intereses comerciales de un grupúsculo.

Para escuchar la respuesta es necesario hacer algo que hoy día es una excentricidad: poner una tranquila atención a cada pieza. Trascender la inmediatez, la satisfacción pronta de la necesidad de entretenimiento y reflexionar sobre qué nos transmite eso que estamos escuchando. Imaginar una hermandad subjetiva con el autor, esa es la primera parte de la búsqueda. Para completarla es necesario encontrar quién es ese creador, cuál es su contexto, porqué compuso lo que compuso, qué pasaba en su vida, en su país: el artista y su circunstancia. El ejercicio termina cuando somos capaces de asociar nuestra historia con la historia de esa obra musical y responder  ¿Qué noticias me trae sobre mí mismo?


Buscar más allá de lo que nos ponen enfrente es un acto de consciencia y libertad, es disponer del patrimonio cultural, riqueza con la que sí contamos, para encontrar respuestas más adecuadas a la vida y satisfacer mejor nuestras necesidades.

[Versión original del articulo publicado por Liz Espinosa en el mes de Julio en la Revista Cultural Alternativas]